¿Cuántas veces habéis escuchado esta frase? Nosotros en consulta, en multitud de ocasiones.

Cuando una familia acude a la Unidad con esta afirmación, realmente lo viven de esta manera, es decir, tienen el convencimiento real de que sus hijos no comen NADA.

Es cierto que hay niños que comen poco y algún caso extremo (y hablo de menores que no presentan patología) en el que el niño puede alimentarse con una ingesta muy limitada pero, el niño que se mantiene sano, es porque de una manera u otra, ingiere alimentos.

La semana pasada estaba en el parque y una mamá me decía esta misma frase “Mi hijo no come nada”. A la vez que me lo comentaba, le iba dando gusanitos a su hijo de unos 3 años de una bolsa de un tamaño descomunal. Eran las 20 horas, ¿creéis que este niño al llegar a casa cenará adecuadamente? ¿Creéis que este niño “no come nada”? Sí come, no lo adecuado y no lo que a su madre le gustaría.

La alimentación junto con el sueño, son dos de las cuestiones que más preocupan, frustran y desesperan a las familias cuando los niños son pequeños. Enseñar a un niño a comer adecuadamente es un proceso y hay que ser constante con las pautas que decidamos utilizar. Como en todos los procesos de aprendizaje, la constancia es clave.

Y como en todos los procesos educativos, van a intervenir muchas variables, entre otras, los hábitos alimenticios de la familia y la importancia que se le dé en casa a la alimentación.

Algunas de las causas por las que un niño puede no comer son las que siguen:

  • Enfermedad Física (catarros y otros) que son de carácter pasajero

  • Miedo a comer (traumas)

  • Ingesta selectiva de alimentos (texturas, colores…)

  • Menores con trastornos en el desarrollo

  • Periodos de menor ingesta (18 a 24 meses y de 5 a 6 años

  • Patología (anorexia infantil, disfagia…)

  • Manejo comportamental

De entre todas estas posibles causas, vamos a centrarnos en la que nos ocupa, que es el manejo comportamental. Dentro de este manejo de conducta, las formas más frecuentes de no comer que nos refieren las familias son:

  • Mi hijo come en el colegio pero en casa no

  • Solo come lo que quiere

  • No ingiere sólidos

  • Hace “bola”

Ante estas cuestiones, debemos de hacer un análisis pormenorizado de lo que está ocurriendo. ¿porqué se come el tomate y la lechuga en el colegio pero en casa no? Si soy yo el que elige lo que el niño come y no quiero que coma muchos azúcares, ¿porqué solo come chuches?.

Para llevar a cabo el análisis que mencionamos, debemos tener en cuenta las siguientes variables: dónde come, con quién come, qué cantidades ingiere, qué alimentos ingiere, horarios en los que come, los “picoteos” que el niño hace a lo largo del día, cómo actuamos nosotros tanto cuando el niño come como cuando no come y cuáles son nuestras expectativas acerca de lo que el niño debe comer. Por supuesto, el primer dato a tener en cuenta antes de hacer cualquier tipo de intervención, es el estado de salud del menor, asegurándonos que físicamente no exista ningún problema.

Es interesante hacer un registro durante una semana de ciertos datos, por ejemplo, registrar durante una semana todo lo que el niño come, los horarios en los que come y otros datos que sean relevantes para el caso es cuestión. Una cuestión que nos suele ser de utilidad es la de pedir grabaciones a los padres del momento de la comida, esto nos aporta datos acerca de otras situaciones que creamos pueden ser modificadas.

Un caso reciente que acudió a consulta puede servir de ejemplo acerca de cómo llevamos a cabo intervenciones en alimentación.

Pedro (nombre imaginario)es un niño de 2,8 años. La familia espera mellizos para dentro de dos meses, con lo que el estado de ansiedad de los padres es muy alto ya que anticipan la situación que puede suponerles la crianza de dos bebés junto al niño que no come.

La demanda que presenta la familia es la de que el niño no come y que cada vez se muestra más selectivo en cuanto a lo que ingiere, habiendo llegado un momento en el que prácticamente solo come pan.

Tras llevar a cabo la entrevista familiar con la recogida de información que consideramos oportuna, solicitamos a la familia que registre durante unos días determinados datos. Aquí os muestro la tabla de recogida de información, solo he incluido aquí qué come, cantidad y horarios:

Tras llevar a cabo un análisis pormenorizado de los datos recogidos, concluimos que:

  • Ingiere exceso de lácteos
  • Mantiene una alimentación muy restringida
  • Número de ingestas inadecuadas (más de 5 al día)
  • Horarios no adecuados
  • Exceso de comida a la hora del “tentempié”
  • Realiza comidas dobles (en la guardería come y cuando llega a casa come de nuevo)
  • Exceso de comida en el plato
  • Masticación óptima, no presenta dificultad en deglución (visionado de videos)
  • Estímulos externos inadecuados (de otros datos recogidos)
  • Comentarios familiares no adecuados (de otros datos recogidos)
  • Resumiendo muy brevemente la intervención que llevamos a cabo con la familia, realizamos unas recomendaciones generales:
  • ¿Dónde comer? En un lugar estable, que reconozca que la mesa y la silla son los sitios que se usan para comer
  • ¿Cómo? Sin distractores (tablets, tv…)
  • ¿Cuándo? Establecer una rutina horaria
  • ¿Por qué? Porque así creamos hábitos
  • De forma específica, recomendamos a la familia otras cuestiones como las siguientes:
  • Vamos a iniciar una alimentación variada y adecuada a su edad
  • A la hora del “tentempié”, daremos unos trocitos de fruta
  • No comer dos veces
  • Tratar de evitar los zumos
  • Un yogur al día es suficiente
  • Respetar su apetito y ser conscientes de que hay días que comerá más y otros, menos
  • Planificación: Establecer un menú semanal de meriendas y cenas
  • Ofrecer raciones adecuadas a su edad
  • Evitar en casa alimentos no saludables (zumos, natillas, etc…)
  • El fin de semana, sentarlo con nosotros a comer

 

No solo recomendamos qué hacer sino también, qué no debemos hacer:

  • Convertir el momento de la comida en una situación desagradable
  • Que sea el niño el que decide qué comer
  • Cambiar la comida cuando nos dice que no le gusta
  • No forzar, sí negociar
  • No camuflar los alimentos
  • Castigar/amenazar por no comer
  • Evitar alimentos “porque no le gustan”
  • Poner para cenar lo que no comió

 

Este es un breve resumen de la intervención que se llevó a cabo. Paulatinamente Pedro ha evolucionado en sus hábitos alimenticios, nacieron los hermanos y la alimentación de Pedro dejó de ser un problema. Los papás continúan aplicando las pautas propuestas y saben que no deben bajar la guardia. La dinámica familiar ha mejorado sensiblemente.

En general observamos que cuando las familias tras analizar los registros observan que realmente su hijo sí come, suele provocarles un efecto calmante, el estrés y la ansiedad ante la situación de la comida se reducen, y es más sencillo llevar a cabo la intervención.

Recuerdo una historia que me contaba un familiar acerca de una experiencia que tuvo con un pediatra cuando su hijo era pequeño y el niño era uno de esos niños que no comen “nada” Eran los años 70 y este estupendo médico pasaba consulta gratuita en uno de los barrios más desfavorecidos de la ciudad en la que vivían. Este familiar, tras visitar distintos médicos y ante la desesperación porque su hijo no comía, se plantó en su consulta a las 7 de la mañana para hacer cola esperando su turno. Tras el reconocimiento médico, la conversación aproximada fue la que sigue:

“¿Señora, en su casa hay comida?” a lo que asombrada esta madre le contestó que sí. Bien, entonces su hijo no va a morir de hambre ni va a enfermar por no poder comer. ¿Sabe una cosa? Tengo 7 hijos, y en mi casa, cuando se lanza un trozo de pan hacia arriba, ¡nunca llega a tocar el suelo!

 

Marina Barber
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Por Marina Barber

Centro de trabajo: Vithas Hospital Virgen del Mar Mail de contacto: [email protected] WEB: www.atencionatempranaalmeria.com

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