Hoy en día las películas para niños encierran en sus historias un importante componente educativo por medio de modelos que transmiten valores saludables para la vida real. Un ejemplo lo tenemos con “Buscando a Dory”, la tan esperada secuela del exitoso “Buscando a Nemo”. En esta ocasión la protagonista es un pez de la especie cirujano regal que presenta problemas de memoria a corto plazo, lo que se conoce como amnesia anterógrada, que implica una incapacidad para adquirir información nueva, lo que se deriva en problemas para aprender nombres, manejar direcciones y seguir una conversación. Así se presentaba Dory en la primera película, pero en esta continuación conocemos nuevas facetas de la simpática compañera de aventuras de Nemo. Y es que “Buscando a Dory” nos enseña que detrás de las debilidades de cada uno se esconden grandes fortalezas que pueden hacer realidad lo que uno desea si se tiene la valentía de creer en ellas.
La película comienza con una Dory con inquietudes acerca de sus orígenes, en la que surge la necesidad de conocer más acerca de su familia. Es entonces cuando sus momentos de distracción le llevan a diferentes claves que le recuerdan aspectos de su pasado. Con estas pistas inicia su viaje de reencuentro con sus raíces, rellenando lagunas de su infancia que le van acercando al hogar que compartía junto a sus padres. Por el camino se encuentra con otros animales marinos, algunos ya conocidos de cuando se perdió y acabó encontrándose con Nemo, en la primera película. La fe ciega de Dory en su objetivo hace que sus amigos le ayuden a ir superando los obstáculos en su trayecto, de tal manera que su apoyo es fundamental para que pueda llegar a su destino. En “Buscando a Dory” se pone de manifiesto cómo la buena amistad puede equipararse a la figura de la familia, ofreciendo un soporte en el que emerge la personalidad y se descubren las potencialidades que en este caso permiten a Dory perseguir su sueño.
En el viaje que emprende Dory no solo se produce un reencuentro con su historia, sino también consigo misma, con su propia identidad. Vemos cómo evoluciona el personaje, desde la aceptación de sus limitaciones hasta el desarrollo de sus peculiares capacidades que le van guiando hacia su objetivo. Se revela una Dory segura de sí misma, que transmite confianza en lo que hace, dejando a su paso grandes lecciones para afrontar las adversidades y conseguir lo que uno se proponga. Así es como nos dice que cuándo no sepas qué hacer, cree en ti mismo como hace ella al preguntarse “qué haría Dory?”, y cuándo sientas que el miedo te bloquea, no dejes que te pare en tu camino, “sigue nadando” y encontrarás lo que buscas, porque cómo sus padres le han enseñado, “siempre hay otra manera”.
Lo cierto es que la historia de Dory puede trasladarse a la vida de cualquier familia con algún miembro con necesidades especiales. En esta película encontramos a unos padres que se esfuerzan por proporcionarle un entorno adecuado a la pequeña Dory que compense sus carencias y en el que pueda desarrollar su autonomía personal. Vemos cómo se preocupan acerca de su futuro, sobreponiéndose a sus propios miedos para poder centrar sus energías en satisfacer las necesidades actuales de su hija. Se pone de relieve el efecto positivo que tiene una actitud de aceptación, normalizadora, afectuosa y sin caer en la sobrepotección, que muestran los padres y que motivan a Dory para superar los diferentes retos en su educación adaptada a sus necesidades. Desde esta base segura se construye la personalidad resiliente que muestra una Dory adulta decidida a poner en práctica las lecciones de su infancia y cumplir su doble propósito: reencontrarse con sus padres y comportarse de acuerdo a los valores que han crecido con ella y que le mantienen fiel a su otra familia, Nemo y Malvin, dos piezas esenciales en el puzzle de su historia.
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