Hoy en día conocemos que las personas con discapacidad intelectual pueden presentar los mismos problemas de salud mental que el resto de la población, si bien es cierto que a medida que exista una mayor afectación cognitiva, la manifestación de la sintomatología de dichos trastornos será más difusa y posiblemente en forma de alteración conductual.

Es llamativo que más de un tercio de las personas con discapacidad intelectual presenta problemas de conducta y/ o enfermedad mental. Este hecho supone uno de los principales retos que deben afrontar los profesionales y servicios que los atienden.

dis1Entre los principales factores que pueden influir en los problemas de salud mental de las personas con discapacidad intelectual, estarían los factores biológicos (trastornos endocrinos y metabólicos, fenotipos conductuales, discapacidades físicas y sensoriales asociadas….), factores psicológicos (alteración del pensamiento lógico, baja autoestima, baja tolerancia al estrés y la frustración, limitaciones en las habilidades sociales y en la autodeterminación), y factores ambientales (falta de apoyo emocional y red social, diestrés de los cuidadores principales, acontecimientos vitales mayores y menores frecuentes, etiquetado y estigmatización excesiva, así como dificultades de acceso a servicios y recursos).

El diagnóstico de la enfermedad mental en una persona con discapacidad intelectual puede resultar complicado y no certero, sin embargo llegar a ello, resulta esencial para poder comprender la naturaleza del problema, y llevar a cabo una intervención adecuada. En función además de la afectación cognitiva de la persona, es posible que tengamos que trabajar con equivalentes conductuales.

Ediscn cuanto a las dificultades que nos podemos encontrar en el proceso de evaluación, destacan en la personas con
discapacidad intelectual posibles problemas de expresión y comprensión, menor grado de introspección que puede influir en la descripción o conocimiento de los síntomas. También falta de pruebas o test adecuados, necesidad con frecuencia de materiales complementarios (sistemas alternativos de comunicación), y una importante necesidad de flexibilización (del lugar de la evaluación, duración, lenguaje utilizado….). Por último en el psiquiatra o psicólogo nos encontramos con una escasa formación en la evaluación de la salud mental de las personas con discapacidad intelectual, necesitando consultar a distintas fuentes (la propia personas, cuidadores principales…) y consiguiendo un enganche adecuado con la persona evaluada.

Además de todo lo anterior en numerosas ocasiones aparece lo que comúnmente se denomina “eclipse del diagnóstico” (Reiss 1982), fenómeno por el cual, el problema de salud mental no es diagnosticado o no es preciso, ya que se tiende a atribuir cualquier cambio conductual o cognitivo a la condición de persona con discapacidad intelectual y no a un posible proceso patológico comórbido.

En cuanto a la intervención y tratamientos a seguir, éstos dependerán en función de la enfermedad mental y las necesidades de la persona con discapacidad. Antiguamente  el tratamiento habitual y en ocasiones incluso único, era el uso de los psicofármacos en grandes cantidades, mantenidos además durante largo tiempo, con todas las consecuencias que de ello podían derivarse. Actualmente existe un debate acerca de si las personas con discapacidad y grandes necesidades de apoyo, pueden beneficiarse de terapias y técnicas psicológicas de corte más cognitivo, sin embargo se está demostrando que con terapias psicológicas bien planteadas y adaptadas en la medida de lo posible, la discapacidad intelectual no tiene que ser un obstáculo o una limitación, mejorando siempre la calidad de vida y la salud de la persona con discapacidad intelectual.

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Laura Navarro
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Por Laura Navarro

"Conozca todas las teorías, domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana." Carl Gustav Jung

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