A lo largo de la evolución el ser humano ha mostrado capacidad para adaptarse a los cambios del entorno y actuar sobre él haciéndolo a la medida de sus necesidades. Así es como ha llegado a ocupar el vértice de la jerarquía erigiéndose como una especie superior. Es bien sabido que el mayor de nuestros logros evolutivos y que nos distingue de los animales es el desarrollo del lenguaje como herramienta principal de comunicación. Esto ha sido posible gracias a la evolución paralela de nuestro cerebro y a su capa más reciente que es la neocorteza. Sin embargo, hoy sabemos que también se ha conservado la parte más primitiva que se corresponde con el cerebro reptiliano y es el responsable de los instintos que permitían sobrevivir al hombre cazador-recolector. Uno no tiene que ir muy lejos para observar que la agresividad es una respuesta que no se ha extinguido a pesar de contar con el instrumento más potente para relacionarnos que es el lenguaje.

Pero… cuando hablamos de agresividad, va implícita la violencia?. El catedrático en Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco Enrique Echeburúa aclara esta cuestión definiendo la agresividad como una respuesta adaptativa que tenemos todos los seres humanos, al igual que los animales, y que sirve como reacción defensiva para protegernos de los posibles peligros que vengan del exterior. En cambio, la violencia no tiene ese carácter adaptativo y es intencional de manera que utilizamos la agresividad para hacer daño a otra persona, pudiendo en algunos casos planificarse de antemano. Echeburúa afirma que en el proceso de transformación de la agresividad a la violencia existen muchos factores que tienen ver con la familia, la escuela, el proceso de socialización, y también el consumo de alcohol y drogas. Al igual que otros expertos que han investigado a fondo este fenómeno concibe que los seres humanos somos agresivos por naturaleza, nos hacemos violentos por cultura.

Si la cultura tiene mucho que ver con la manifestación de la violencia y ésta ha ido cambiando paralela a la evolución de nuestra especie, ¿qué dirección ha tomado la violencia en este devenir cultural que acompaña al ser humano a lo largo de su historia?. Steven Pinker, psicólogo experimental canadiense, se ha interesado por la evolución de la violencia con el paso de los siglos, décadas y años, estudiando los hitos y costumbres en las diferentes épocas históricas desde el año 1945  al 2014. En sus investigaciones realizó un análisis comparativo de las tasas de mortalidad y número de homicidios entre los distintos períodos que le llevaron a concluir de manera rotunda lo siguiente: la violencia había disminuido a lo largo de la historia del ser humano. La razón que alegaba hacía referencia al mismo proceso de civilización que ha tenido lugar gracias al desarrollo de nuestro cerebro más moderno que incluye el córtex prefrontal, lugar donde se sitúan las capacidades de autocontrol y planificación a largo plazo.. Así, la evolución a nivel biológico del ser humano permitió un mayor dominio sobre nuestra conducta que facilitó el desarrollo de estados menos anárquicos y más centralizados.

Al mismo tiempo, el ser humano adquiría un sentido de sensibilidad hacia los intereses y necesidades de los otros miembros de su especie, lo que hoy conocemos como empatía. La conjunción de estos factores hizo que desde las sociedades tribales hasta las correspondientes al Siglo XX se pasara de la aceptación al rechazo de formas violentas y que fueran cogiendo peso los valores morales que hicieron posible la existencia de un orden social.

Otro autor que se ha interesado por los cambios en la humanidad es Peter Singer, filósofo australiano que habla sobre como el desarrollo de la empatía ha provocado cambios a nivel interpersonal en las diferentes sociedades. En su libro «El círculo expansivo» defiende la teoría de que inicialmente las redes sociales eran muy restrictivas, estando conformadas por los amigos y la familia; pero con el paso del tiempo el círculo se ha ido expandiendo transformándose la organización social desde la aldea, pasando por los clanes y las tribus hasta constituirse las naciones y extenderse a otras razas, géneros e incluso a otras especies vivas. Sirva como ejemplo cómo ha ido evolucionando la relación entre el humano y el perro hasta alcanzar su status actual como animal de compañía por antonomasia.

Desde este marco social ha ido configurándose la convivencia pacífica desde las bases que Peter Singer menciona en su citado libro. Una de ellas se trata de la regla de oro, que dice que cuánto más piensas acerca de tus interacciones con las otras personas, más te das cuenta de que es insostenible privilegiar tus intereses sobre los de los demás, al menos si quieres que te escuchen. También, cuando consigues distanciarte de tu ego, tomas consciencia de que tus intereses no son especiales en comparación con los de los otros, y tus oídos están más dispuestos a escuchar. En un profundo insight observamos la contingencia accidental de la situación en la que estamos nosotros en relación a los demás, y tenemos esa sensación de que «lo que le ocurre a otro me podría haber pasado a mí».

Peter Singer reconoce el papel del cosmopolitismo en la expansión del círculo a través del alcance del periodismo en la transmisión de reportajes desde cualquier parte del mundo, la accesibilidad a otras culturas viajando a otros países y continentes, las historias de ficción que nos enseñan otras vidas posibles y que todo ello contribuye a abrir nuestras mentes a mundos desconocidos, haciendo más posible el entendimiento, la tolerancia y la compasión por nuestros congéneres.

Los seres humanos tenemos un papel activo en nuestra propia evolución, desde las pequeñas acciones que realizamos a nivel individual como en la construcción de sociedades con una serie de valores que definen el momento en que vivimos y que pasarán a formar parte de nuestra historia como especie. De esta manera, todos somos partícipes de la pacificidad de nuestra cultura y de su mantenimiento a través del moldeamiento de las mentes de las generaciones venideras.  Somos parte del problema de la violencia y también somos parte de la solución. En estas circunstancias cabe tener muy presente las palabras de Nelson Mandela, activista y político sudraficano, defensor de los derechos humanos, quién afirmaba que  «la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo».

 

http://www.diariovasco.com/v/20110804/al-dia-sociedad/violencia-contagia-grupo-pero-20110804.html

https://www.psychologytoday.com/blog/darwins-subterranean-world/201504/the-decline-violence

http://animalethics.blogspot.com.es/2004/06/peter-singer-on-expanding-circle.html

Paula Fernández Rivas
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Por Paula Fernández Rivas

“La felicidad es como una mariposa. Cuanto más la persigues, más huye. Pero si vuelves la atención hacia otras cosas, ella viene y suavemente se posa en tu hombro. La felicidad no es una posada en el camino, sino una forma de caminar por la vida” Viktor Frankl

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