Durante las últimas décadas, el término discriminación ha estado en boca de la población constantemente para hacer referencia a aquellas conductas, que toman como diferentes a ciertos seres humanos cuyas características se contemplan como distintas al resto. Stokely Carmichael, define el racismo institucional como un servicio discriminatorio a través del perjuicio involuntario, la ignorancia, la irreflexión y los estereotipos racistas, que pone en desventaja a las personas pertenecientes a minorías étnicas.

En respuesta a actitudes racistas como la descrita anteriormente, hemos podido convivir con el despliegue de numerosas campañas antidiscriminatorias a pie de calle en manifestaciones, en vallas publicitarias,  televisión, internet y un largo etcétera.

¿Pero qué hay del ámbito escolar? ¿No sería beneficioso introducir estas manifestaciones a favor de la igualdad en la mente de los futuros adultos de una sociedad?

Quizá la clave para taponar toda esta vorágine discriminatoria resida en la información y, dando un paso más allá, en la instrucción de valores en igualdad. No es lo mismo, conocer que experimentar, por lo tanto, tampoco debería considerarse igualmente efectiva una sesión informativa acerca de las conductas discriminatorias, que una dinámica en la que niños y adolescentes, experimenten por un instante situaciones de desigualdad entre los alumnos pertenecientes a su propio grupo de clase; así, de esta manera, podrían desarrollar la habilidad de detectar las situaciones discriminatorias y reaccionar pertinentemente a las mismas.

La teoría se nos queda corta ante la desigualdad actual. Profesores, orientadores, padres y todo adulto que tome conciencia de estos asuntos discriminatorios, deberían unirse a la acción y verdaderamente hacer sentir a los niños como iguales al resto; es más, nos vemos ante la necesidad de implementar una conciencia en la que, a pesar de parecer todos diferentes, todos somos humanos y, por lo tanto, el respeto es algo inherente al ser humano como especie.
El problema reside en que la discriminación en el aula se generaliza más allá de la procedencia étnica de un determinado ser humano, y se propaga hasta alcanzar cualquier tipo de etiqueta utilizada como un arma para la guerra de la supervivencia escolar. Aquí es donde podemos contemplar el término discriminación institucional, que incluye las distintas formas en que la institución discrimina a las personas por razón de pobreza, género, discapacidad, clase, etnia, orientación sexual, identidad de género, religión creencias y edad.

Ante esta definición, podemos tomar conciencia de una terrible realidad de la que nadie está exento de la exclusión social y educativa, en la que todos podemos sufrirla en algún momento de nuestra vida y que, por lo tanto, es una labor de todos ponernos firmes ante la exclusión, para hacer de nuestro entorno una entidad más humana.

Por lo tanto, la tendencia de los adultos a frenar estos nuevos aires de desigualdad, debe estar fundamentada en la irreflexión y desinformación que padecen los niños y adolescentes actuales. Al contrario que en épocas pasadas, la información no brilla por su ausencia, es más, la información prolifera exponencialmente su capacidad para absorber toda nuestra atención, desbordando el sistema cognitivo humano hasta someterlo a su antojo. Es por ello, por lo que el acercamiento a los más pequeños debe ser considerado como una gran filón del que disponemos, para que educadores, y adultos unidos a la causa, puedan valerse del mismo con el fin de mejorar nuestra realidad escolar. Es necesario un contacto más profundo con los jóvenes, todavía en desarrollo y permeables al cambio, no sólo basado en propinar órdenes sin explicación alguna e implementar la idea de que categóricamente todos somos iguales; sino más bien, introducir la idea del descubrimiento de un modo activo, en la que ellos descubran que la igualdad es el pegamento social más potente del que dispone el ser humano.

Remedios García Moreno
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Por Remedios García Moreno

“Si los padres educasen a sus hijos, no existirían las cárceles” Aristóteles.

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